jueves, 20 de mayo de 2010

de verano ( el puente y los picapiedra )


Ya hemos llegado. El dijo: "ya hemos llegado"

Ante nosotros el río; un río caudaloso y enorme, el Navia. No ante sino bajo y contra, contra toda lógica y a muchos metros por  debajo. Aún estábamos en Galicia, al otro lado Asturias. La casa, si es que existía, allí, cruzando el puente.
No sé qué hacer para que se entienda mi horror. ¿Cómo íbamos a cruzar aquello, con los niños, el conejo, las maletas y un vértigo espantoso que tengo? Y lo que es peor aún,  ¿cómo íbamos a quedarnos allí  hasta el día que nos fuéramos? ¿Cómo? Aquí me voy a saltar una parte porque reconozco que me enfadé mucho. Muy fácil, muy fácil... A ver quién iba a querer venir aquí,  que me lo expliquen, claro que había sitio,  tonta de mi... El puente era éste, pero más estrecho.


Cogidos unos de otros y agarrándonos a las barandillas con las manos resbaladizas por los nervios,  el puente bailaba de lado a lado y crujían las tablas a nuestros pies. El, valiente,  nos lideraba,  qué remedio. Conseguimos cruzar, pensando yo todo el rato que de allí no salía hasta la vuelta, por éstas por éstas, que no salgo, que no vuelvo a hacerle caso, que no cuela ni un año más, que no, y punto.
Y llegamos a Asturias, al otro lado del río. Sin maletas y sin Eliset,  M. cedió a dejarla en el coche, y más cosas que no cuento. Entre matorrales y  con el miedo aún en las piernas, encontramos el camino que subía a nuestra casa. Y digo subía de subir, no lo que se llama un paseo.

Atardecía. Una fila india de visitantes horteras, imprudentes, locos y desorganizados. Los niños agarrados, él muy seguro y yo... a ver si te has equivocado de sitio, porque aquí no hay nadie. El camino subía y  ni un ruido, ni una luz tampoco en las cuatro casas que había. Ni un ruido hasta que empezaron a ladrar los perros... Crisis total, los niños les tienen pánico. Lo del puente lo sobrellevaron y era más difícil. Pero aquí ya empezaron a llorar, de miedo y cansancio, por contagio y como protesta, creo. Qué más podía pasar, pues que lo de la casa fuera mentira, que la dueña se hubiera olvidado de la  conversación por teléfono, que todo aquello fuera una encerrona... porque aquí no hay nadie, yo muy positiva, y al puente no vuelvo.

Fue entonces cuando se oyó en la tarde silenciosa el ya mítico  "Elmaaaaaaaa, Eeeeeelmaa, Eeeeeelmaaaa", que lanzó él al aire y recordaba un poco al de los Picapiedra. Y aunque esto hizo ladrar más a los perros, allá arriba, aún a lo lejos, vimos una pequeña luz que resultó luego una linterna y se movieron las ramas de las parras que bordeaban el camino. Una voz cantarina y alegre nos anunciaba "Holaaaaa, estoy aquíiii, arribaaa"

Gracias a Dios, existe. Elma está viva y nos llama.

6 comentarios:

tomae dijo...

...es lo que tiene ser urbanita, salimos del "casco" y buscamos el bar, la tienda, el cajero automático...

Jo, ¡con ese puente ya tengo Vacaciones aseguradas!,
¡Qué divertido!

Sigo entreviendo la historia del conejo...y por supuesto unas fantásticas vaciones.

Un saludo lolo.

sunsi dijo...

Lolo...A eso se le llama ir de vacaciones "a ciegas". Sólo espero que os haya compensado la aventura... Yo no sé si hubiera podido cruzar el puente. Me encanta esta intriga con la que nos has dejado...
Bs

ana dijo...

... aquí no tienes, leyendo y esperando el desenlace.

:)

lolo dijo...

No, Tomae. No necesitaba un cajero, ni un bar, ni una tienda. Necesitaba saber dónde íbamos a dormir esa noche y si el otro lado estaba habitado... en serio. Tú no debes tener vértigo; es una cosa que marea un poco si te has imaginado un puentecillo y un riachuelo.

Olvídate de Eliset. Ella está mejor ahora.

lolo dijo...

Bueeeeno, menos mal que veíamos por dónde pisábamos. Pero te aseguro que las tablas eran para no fiarse... y la cosa no pintaba bien, de verdad.
Un beso.

lolo dijo...

Ana sí, ya se acaba. Pero desenlace no, un final que fue un principio y del que aprendimos mucho todos.
Gracias por leer y esperar.