No quería. Este año no quería protestar. Porque si uno protesta lo hace crónico, y ya no hay manera luego de echarse atrás. Pero me puede la evidencia, la inminencia, la consciencia... junio está en la puerta de casa empujando para entrar.
Viene más cargado que nunca, no sé cómo puede pasar pero cuánto más se necesitan vacaciones más pesadito se pone, más difícil de superar. Helo, helo ahí horripilante, mira qué bruto y qué pegajoso, como un exasperante animal. Hay que remontar evaluaciones imposibles, hay que quedarse en casa sin parar, hay que desquiciarse con la pelotita, hay que consolar, reñir, animar, perder los papeles, llorar, contar y recontar los días que quedan, venga, venga, hay que flipar, tanta pena y tanta angustia para luego estar sin hacer ná.
Hay que intentar acortar las meriendas que pretenden durar casi la tarde entera. Pero también hay que salir a comprar, hacer la comida, la cena. Hay que abrir las ventanas y volverlas a cerrar. Hay que pasar este calor que sale de dentro y viene de fuera, por delante, por detrás.
Es un horror, oiga. Cada año pienso que no lo voy a aguantar. Pero éste... ay éste, tengo un plan de fuga y todo. Como se ponga la cosa muy fea me las voy a pirar.
Tranquilas las masas que me leen. Es una forma de hablar. No necesito compasiones ni ánimos, en esto seguimos igual. Es que tenía que decirlo, por lealtad.
Muypostscriptum o ya se diría postdata: escriba cien veces "helo ahí", sin tilde. Así.