Mi aparatito de radio tiene una función que me costó entender pero creo que he asimilado. Este verano, por ejemplo, he sobreescrito al menos cuatro veces las frecuencias que me interesan.
Sobreescribo a menudo. Cambio la 94.8, es un decir, por la 101.2, si fuera el caso. Y me quedo tan ancha.
Lo veo claro: sobreescribir me sirve para escuchar lo que quiero. Lo de otro sitio, lo de otro tiempo no vale. Buscando aparece a veces alguna nueva, investigo. Otras se quedan como siempre, mis favoritas; son pocas, cada vez menos.
Y en eso estoy, sobreescribiendo. Una vez que haya limpiado la emisora os escribo más largo; estoy un poco arrepentida por perderme esta frecuencia. Pero a qué apurarse si sé que se queda.