Ha vuelto el frío, dicen. Pero es un engaño, creo yo. Lo que pasa es que los fabricantes de barritas, de planchas y de lechugas, han tenido que alterar la meteorología para ponerse al día en la distribución por todo este lado del mundo que quiere, de forma permanente y un año más, adelgazar.
Están ahí acechantes. Pretenden que no tenga hambre, que olvide mis bocatas de imaginación y los de jamón, también los de jamón. Que me alimente de apio, que la báscula me sonroje, que mis amigas no merienden, que me apunte a un gimnasio, que sude sin parar, que me compre un chándal, que aprenda otra vez a cocinar y que me ponga a correr, con la poca prisa que tengo yo. He dicho que no.
Ya regalé los vaqueros de antes, aquella talla pasó. Mi cuerpo, que soy yo, me acompaña con sus quilos a cuestas. No puedo odiarlo porque soy yo. No van a convencerme los escuetísimos biquinis que las modelos usan para trabajar, ni sus acelgas tristes, ni sus tres litros de agua , entre otras cosas porque tienen muchos menos años que yo. Tampoco a ellas les convencerían mis vestiditos sueltos, los aperitivos que me regalo o la ilusión por comer, ya sé que no. Ese es el truco, yo creo, quieren que no sea yo. Les he dicho, como siempre, que no.