lunes, 28 de febrero de 2011

no quieren que sea yo


Ha vuelto el frío, dicen. Pero es un engaño, creo yo. Lo que pasa es que los fabricantes de barritas, de planchas y de lechugas, han tenido que alterar la meteorología para ponerse al día  en la distribución por  todo este lado del mundo que quiere, de forma permanente y un año más, adelgazar. 

Están ahí acechantes. Pretenden que no tenga hambre, que olvide mis bocatas de imaginación y los de jamón, también los de jamón. Que me  alimente de apio, que la báscula me sonroje, que mis amigas no merienden, que me apunte a un gimnasio, que sude sin parar, que me compre un chándal, que aprenda otra vez a cocinar y que me ponga a correr, con la poca prisa que tengo yo. He dicho que no.

Ya regalé los vaqueros de antes, aquella talla  pasó. Mi cuerpo, que soy yo, me acompaña con sus quilos a cuestas. No puedo odiarlo porque soy yo. No van a convencerme los escuetísimos biquinis que las modelos usan para trabajar, ni sus acelgas tristes, ni sus tres litros de agua , entre otras cosas porque tienen muchos menos años que yo. Tampoco a ellas les convencerían mis vestiditos sueltos, los aperitivos que me regalo o la ilusión por comer, ya sé que no. Ese es el  truco, yo creo, quieren que no sea yo. Les he dicho, como siempre, que no. 

jueves, 24 de febrero de 2011

blanco








Me gustó mucho este cuadro de Sorolla y a raíz de algo que hablábamos el otro día me vino a la cabeza y lo busqué. No hace falta que diga, como siempre, que no entiendo nada de pintura, ni de color. Poner nombre, nombrar, casi siempre nos ayuda a dar forma a las cosas en nuestro interior. Yo tengo un vocabulario bastante pobre que  manejo como buenamente sé. Pero en el caso de la pintura no creo que sea necesario saber, más bien pienso que se trata de emociones. Cuando ví el cuadro por primera vez me maravillaron los matices del blanco. Hoy he encontrado algunos de sus nombres:
blanco antireflejo, beige, café con leche cósmico, crema, cáscara de huevo, blanco fantasma, isabelino, marfil, magnolia, encaje antiguo, perla, concha de mar, blanco salpicado, vainilla, nieve, blanco antiguo, lino, hueso... Me gustaría ser inventora de nombres de color, estoy segura de que hay muchísimos más.  



 

miércoles, 23 de febrero de 2011

23F, una crónica dramática y rosa

Pasadas las primeras horas de desconcierto y miedo, esa noche viví una aventura romántica y personal. Eramos jóvenes y novios no hacía mucho. Mi héroe estaba cumpliendo sus obligaciones con la patria, la misma patria que llamó a los militares y los movilizó. O al menos eso me pareció entender a mí, por radio, claro, todo fue por radio. Y como la radio además de informar te envuelve en ese ambiente medio irreal, medio nublado y como la radio te deja imaginar las cosas sin verlas, como todo era confuso...

Le llamé y estaba estudiando. Mi héroe siempre ha sido muy de estudiar. Estaba convencido de que las cosas volverían a su sitio y tenía un exámen al día siguiente, él lo encontraba normal, lo de ponerse a estudiar. Le pedí que viniera a verme pese al estado de excepción; teníamos que hablar. Mi héroe no entendía porqué, pero como además de estudioso era muy bueno, vino a la portería de casa jugándose una detención segura... no me digas que no.

Entonces se lo dije: casémonos. Vamos a casarnos en secreto, prefiero ser viuda a dejarte marchar así, puede pasarte algo, estás en peligro, lo sé. Díme que sí, por favor. (Esto no fue por radio, no me lo imaginé yo). Mi héroe se quedó patidifuso pero como además de muy estudioso y muy bueno era también muy sensato, me dijo que lo pensaríamos al día siguiente... ¡después del exámen!. Bueno, me tranquilizó.

Por supuesto no hubo exámen, les dieron aprobado general. Porque mi héroe además de muy estudioso, muy bueno y muy sensato, es muy listo. Y aunque en ese momento dramático lo vi muy claro, aquel 23F se me escapó.

PS: Todos los que somos mayores recordamos ese día; dónde estábamos, qué nos pasó... Me gustaría que para borrar esa página se escribieran muchas otras de amor. Esta no deja de ser una comedia, pero mientras en España algunos militares ordenaban que nos sentáramos, muchas historias se ponían de pie.


domingo, 20 de febrero de 2011

hermanas


Verde era antes azul. Siempre juntas, en el cuarto decíamos: todo rojo todo rojo todo rojo, todo azul todo azul todo azul. Verde y yo avanzábamos por el pasillo remando encima de las almohadas, acercándonos al comedor donde cenaban los mayores. Una aventura marítima que dejaba atrás a los demás colores; copionas, más que copionas. Verde y yo teníamos bicis voladoras y robábamos almendras. Formamos un club con sede y carnet. Las pequeñas, con muchos sacrificios, acabaron siendo socias. Verde se cambió de color y nos independizamos. El verde le favorece mucho más. Es la más valiente; la vida le ha dado duro pero sigue remando con fuerza hacia el comedor, aunque se le claven astillas de madera en las rodillas, como antes.

Azul mira y calla. jejeje. Le cortaron el pelo porque lo tenía finito, ni siquiera protestó. Para mirar usa un verdemiel, ayudan mucho unos ojos así.  Es buena, fundamentalmente buena, esencialmente buena. Escribió y escribió a su tenor y el amor acabó triunfando. La distancia es sólo física, qué cerca estás, azul. La vida la pasea ahora en barca de remos, por el pasillo que nos une a todas, jugando. Me escucha, eso es mucho escuchar. Azul vive en lo pequeño, con lo grande que es. Y juega a casitas, con lo mayor que es. Es calma y ternura. Si sigue portándose bien la haremos socia de honor y tendrá barca nueva. Pero tiene que comerse toda la papilla, toda.

Blanco va a su bola. Ni siquiera llegó a la época de remar. Yo la ayudaba a cruzar la calle. No eras tú, era yo. Tiene muchas amigas, las del colegio. Con ellas recorre mundos desconocidos para las del pasillo, claramente otra generación. Se le truncaron algunos proyectos y ése fue el lanzamiento al mundo de las barcas. Ahora llega a todas las playas; tarde, corriendo, pero llega. Ha sido bendecida con el don de la energía vital. Cuando se cansa duerme dieciocho horas seguidas y vuelve a empezar. Es la que más se ríe, la que más llora, vive en una olla a presión. Si se pone nerviosa una ducha fría, ha comprobado que es lo mejor. Sabe muchísimo más que yo. Pero cuando me da la mano su piel suavecita y blanca me recuerda que yo soy mayor. Se ha ganado el carnet a pulso, por su eficacia en el remo y porque es blandita y pequeña y mi ahijada y...


También tengo un hermano, pero necesita un post. Creo que éste de hermanas lo repetiré otro día, con otro verbo, ya veré, a ver si me sale mejor.

viernes, 18 de febrero de 2011

intitulable

No sé si os acordáis de vuestra adolescencia. De toda no, pero de cosas sueltas sí. Ahora que tengo el privilegio de vivir en primera fila el espectáculo de los míos, noto que ellos se saben adolescentes, algo que a nosotros no se nos enseñó.

Vaya por delante que las comidas agradables comentando cómo pasó la mañana para todos, se han transformado en batallas campales y dialécticas, donde vale casi todo. Aún así se interrumpen de vez en cuando con un "vete a tu cuarto, por favor".  

Hoy hablábamos de granos. De granos de acné, sí. Tras un cálculo numérico de la cantidad poseída por cada uno y la comprobación de que el número no es lo más importante en sí, la conversación ha concluido con la frase de la semana; pero a mí me quedan bien. 

miércoles, 16 de febrero de 2011

en tiempo de tribulación no hacer mudanza




Eran tiempos difíciles. Cada día pasaba por el escaparate y veía la oferta. Al principio no me decía nada, luego empecé a fijarme y a labrar una ilusión imposible, para mis adentros. No se lo dije a nadie, cosa rara. Me armé de valor y pedí hora.

Me atendió Landia, una brasileña despampanante y cariñosa, hay que decirlo, que se empeñó en transmitirme las beldades que me reportaría el tratamiento. Fue sentarme en la camilla y arrepentirme, todo a una. Ya era tarde. Me cubrió la cara, creo. Con unos rulitos de gomaespuma enrolló las pestañas mal, por cierto; no habia materia. Y allí me tuvo, pócima tras pócima y sin llorar, por la edad y porque tenía los ojos anestesiados.

Estuve más de una hora abandonada a sus manos, abandonada a todo. Hubiera hecho de mí cualquier cosa. Por eso me hizo lo que me hizo; me rizó las pestañas en ángulo, sin curva alguna, de lado parecían las de una muñeca. La vida  se encarga de demostrarme, una vez y otra, que no hay que mudar a lo mundano y menos si uno está atribulado perdido. Mis hermanas tuvieron piedad pero poca, se lo perdono porque después nos reímos.

lunes, 14 de febrero de 2011

flores, pájaros y un cucurucho


Nada más llegar mimosas. Las descubrí por la mañana rebosantes, estalladas. Por dónde mirarlas, por dónde. Con una flor bastaba, pero ellas, derrochonas -deshaciendo mis números miopes y pequeños- suaves y generosas. Cogí una sola, pero no es lo mismo. Luego los almendros, frágiles y poderosos. A la suya. Esperando el fruto, parece que va a ser niña.

Antes no escuchaba. Al callarme descubrí series de tres, cuatro o cinco. Empecé a contarlas, a buscar el ritmo. Después aparté los cálculos porque se unieron otros. Llegaban de aquí y de allí; detrás de mí, delante o muy lejos. Me callé del todo y durante un rato escuché la música. No era algarabía; orden, concierto, sinfonía del silencio.

Puse todas mis colillas en un cucurucho, os lo recomiendo. Y al final las tiré en otro sitio, no fueran a manchar tantas cosas buenas.

viernes, 11 de febrero de 2011

la copla

Me voy un rato. Os dejo en buena compañía, creo yo. 

jueves, 10 de febrero de 2011

cuatro mm. por san valentin


La chica de  la joyería dice que es normal, la mano cambia. Cortar y añadir, fundir y pulir. Ha quedado brillante, como nueva... Dos números más. Cuánto será un número en milímietros, creo que dos. Ocho milímetros he avanzado, en dos veces, eso sí.  Ella  lo tenía apuntado, yo pensaba que algo más.
No cabía, hemos crecido. La sigo llevando en el dedo, aquí. He estado unos días sin ella, mirando la marca que dejó. No me gustan las apreturas y ella quería bailar. De regalo, por ser buena, ocho milímetros más.

lunes, 7 de febrero de 2011

cuentos orientales (dos)


Antes de conocer a Liu cruzaba la calle. Allí tenían su negocio unos chinos que no se dejaban conocer. Eran muchos y cambiaban. Veía yo mucha mercancía poco asiática, como la vajilla cuadrada de los cumpleaños, la vajilla china, así se llamó. Eran especialistas en hogar, no como mi Liu que toca todos los palillos que se pueden tocar.

En qué fregado andaría metida, pero el caso era que tenía que fregar. Una limpieza a fondo de esas que empiezan con barro hasta las rodillas y tal. Como necesitaba de todo crucé y me fui al chino. Empecé a mirar;  vale,  este cubo, esta fregona también. Un recogedor, un balde, un cepillo duro, otro más blando, otra fregona, limpia suelo, limpia techos, limpia paredes, limpia baños... Iba acumulando compra en un frenesí higienizante y consumista.

Paseaba libre por los pasillos a delecha e izquielda. Los chinos me miraban encantados, cada vez más encantados. De un encantado occidental. Empezó a apoderarse de mí una sensación de reina del mambo cuando un chino se me puso detrás. Se ofreció para ir llevando lo que escogía hasta la caja. Volvía y me cogía la escoba superwash, la magnífica mopa, las bayetas ultra sens ecológicas de un biológico integral... Y de repente me acordé: aquello era los angeles y yo Julia Roberts, igual.

Cuando llegué a la caja me dieron la cuenta cual gilitos y se empeñaron en acompañarme al coche y a cargar. No por favor, les dije, pero no fui capaz de más. Era la pretty woman del chino y  me sentaba genial. Habían salido a la puerta a despedirme. Algo dentro de mí decía: sí, hazme la pelota, más, más. Llamé a mis hermanas y nos reímos, pero me quedó un regusto amargo y una sonrisa muy poco oriental.

viernes, 4 de febrero de 2011

cuentos orientales (uno)


En el chino de mis amores el alma china  es Liu. Cuando abrió su pelito era negro, corto y lacio, y su mirada sonriente y oriental. El idioma se lo ponía difícil, o a mí. Ha dado un vuelco la familia entera de unos seis años hacia aquí. Por fin escolarizó a su hijo que armaba unos follones considerables por los pasillos. Su hija es ya una adolescente casi occidental, a la que creo que no le gusta mucho la empresa familiar.

A Liu le apareció un marido que pinta más bien poco, creo yo. La que lee la prensa china es Liu. La que domina el negocio a base de cámaras, sin moverse del mostrador, es Liu. La que habla por teléfono con mayoristas chinos, con su famila china o con quien vaya usted a saber chino en críptico lenguaje que pagaría por descifar, es Liu. Cuando le digo, por ejemplo, ¿tienes embudos pequeños de metal, Liu?, esto o lo que sea, siempre me contesta que sí. Y luego lo que me da tanta risa: pasillo cualto delecha a fondo. Esto no parece importante pero cuando en una tienda hay más referencias que millones de chinos... impresiona. Porque allí están, entre los embudos grandes y los medianos. Impresiona, sí.

Ahora lleva el pelo largo. A capas, con flequillo ladeado, le queda muy bien. Me ha parecido que se pinta un poco. Está más joven y se lo dije, creo que le gustó. Sigue hablando en su idioma, en tono muy alto y muy deprisa. Aunque parece que está enfadada no deja de sonreir. No le gusta dar datos sobre su vida y me parece muy bien. Desde que se inundó la cocina le compro flores. Y qué belleza, hay que ver. Si Liu dice que se abren, se abren. Ella me dice: éstas, bonitas, lleva. Y cuando vuelvo se lo cuento y le da por reirse, como a mí. Es una amistad especial, diferente a la que se pueda tener con otra persona que no sea china total.

jueves, 3 de febrero de 2011

esos españoles

que están por el mundo, los martes por la noche me pegan al sillón y no escucho. Ya pueden rugir las fieras. Cuando anuncian el país me predispongo. Pero depende de la gente. A veces se me olvida dónde estamos, tanto me obnubila quien lo cuenta. Hay quien no transmite. Y de repente -en cada programa pasa- aparece esa persona, o ésa, que me rechifla.

Una pareja madura que vivía a orillas de un lago. Una chica joven y su libreria en la que se tomaba café. Luego están los de las paellas, los que se reúnen para ver fútbol. Los que dicen que comen picante, saltamontes y de todo. Los de las habitaciones con vistas, aquella estudiante que vivía en un contenedor. Los erasmus, los que tienen casa de empresa, los que huyen, los que piensan en el jamón y la familia, a veces por ese orden. Hay quien echa de menos las aceras, las tapitas y los amigos. Los que no van a volver. Pero lo que más me gusta es cuando dicen, vivo aquí por amor. Me parece el colmo de la declaración...     
                                                

PS; me temo que los de la publi del cuadrito han vuelto. Si yo fuera capaz de encontrar otra manera... pero no. Pues nada, les saludamos un momento, quien quiera escuchar la canción.

miércoles, 2 de febrero de 2011

balance anual


Hoy hace un año que abrí el blog.
Tardé en decidirme, en encontrar título, en empezar a jugar. Me da muchas alegrías y también me desvela. Me enseña a mirar despacio. Me enfado conmigo a veces y preparo la frase para cerrar. Hablo más de la cuenta en ocasiones y eso me ayuda a parar. Pese a que no sabía lo que quería hacer de él, se parece bastante a lo que yo soy; un cajón de ideas desordenadas con algún toque de lucidez, de humor, y mucha caradura. Escribo desde que me acuerdo. Me gusta, y ya está. Ahora estáis vosotros y eso cambia las cosas. Por un lado me alienta y me provoca y por otro me hace dudar. Me importa lo que pensáis y me importa lo que os llegue. Este quiere ser un blog  libre, pero a veces no me sale. Este año me demuestra varias cosas, una que sí que era capaz, otra que la gente es buena, otra que hay mucho que contar y mucho que callar. Y aunque no quiera hacer filosofía, me reafirma en que las cosas pequeñas pueden contener lo grande, lo bello, lo que no alcanzamos a comprender. Si puedo lo riego con un chorrito de ternura y chocolate. Pero me gusta negro, eso no va a cambiar.